Se deben considerar las siguientes consideraciones fundamentales antes de instalar tarima exterior:

• Condiciones climáticas de la zona, especialmente la exposición directa al sol y el promedio de humedad estacional.
• Agentes externos xilófagos, como hongos e insectos.
• Resbaladicidad: tránsito público.

Dependiendo de la clase de uso de la tarima, el Código Técnico de la Edificación (CTE) establece una resistencia al deslizamiento específica:

• Para tarimas instaladas en áreas exteriores o alrededor de piscinas, se exige el valor máximo de resistencia al deslizamiento (Rd>45) que corresponde a la clase de uso 3.
• El CTE también establece que esta clase de uso deberá mantenerse a lo largo de toda la vida útil de la tarima.
• Para determinar el valor Rd, es necesario llevar a cabo un ensayo conforme a la norma española UNE-EN-V12633:2003, utilizando la tarima en condiciones finales de uso.
• La resbaladicidad de la tarima dependerá de las acciones a las que sea sometida tras la fabricación, como el lijado (según la granulometría utilizada) y la aplicación de aceites o tintes.
• En cualquier caso, se deberán emplear sistemas antideslizantes con ranurado continuo o mixto, con el objetivo de disminuir la resbaladicidad del pavimento cuando esté húmedo debido a lluvias o salpicaduras de charcas, tal como lo sugiere la norma española UNE 56823:2008.
• También es esencial limpiar periódicamente la tarima para eliminar capas de polvo e incluso la proliferación de hongos, que incrementan la resbaladizabilidad.

La exposición prolongada de los suelos de madera a los agentes atmosféricos externos, especialmente a la acción del sol y la humedad, provoca que la superficie de la madera adquiera un tono grisáceo. Este fenómeno es un proceso natural de fotodegradación.

Sin embargo, este fenómeno no influye en su resistencia mecánica a largo plazo, ni en su durabilidad ni en su rendimiento: al lijar la superficie, se restablece el color original de la madera.

Además, la aplicación de aceites y tintes para madera minimiza este tipo de alteraciones.

Los agentes atmosféricos también influyen en su estabilidad dimensional, provocando grietas superficiales que pueden considerarse reparables si se mantienen dentro de ciertos límites:

• Hasta un ancho de 1 milímetro.
• Hasta un tercio de la profundidad de la piezas.

Este tipo de alteraciones se minimizan lavando periódicamente la tarima con agua.

Existen otros tipos de deformaciones que requieren la sustitución de una pieza, como, por ejemplo, grietas que se extienden entre dos caras, astillamientos, deformaciones anulares, entre otros.

La selección de las especies debe enfocarse en dos características fundamentales:

• durabilidad natural
• estabilidad dimensional.

De conformidad con la norma española UNE-EN 335-2:2007, la clase de durabilidad debe ser, como mínimo, 3 si la madera se encuentra separada del suelo (flotante) y 4 si está en contacto directo con el suelo (fija).

Dependiendo de las condiciones climáticas e hidrográficas del lugar de instalación, se sugieren distintos tipos de madera.

Lo óptimo es que la madera instalada posea un equilibrio higroscópico y un contenido de humedad intermedio entre las estaciones más secas y más húmedas.

En España, para las regiones del interior de la Península Ibérica, se establece un contenido de humedad que oscila entre el 12% y el 14%. No obstante, al norte de la Cordillera Cantábrica, así como en el litoral mediterráneo y en las zonas insulares, se determina un valor que varía entre el 14% y el 16%.

El soporte para la instalación de la tarima debe estar limpio antes de comenzar los trabajos de instalación, y su resistencia debe ser adecuada al sistema de anclaje de los rastreles.

El tipo de soporte aconsejado es mortero de cemento inclinado, con una pendiente que oscila entre el 2% y el 5% para prevenir la acumulación de agua, disponiendo los rastreles en paralelo para optimizar el drenaje.